MODELO COMENTARIO DE TEXTO HISTÓRICO
El Manifiesto de los Persas
“Artículo
1. Era costumbre en los antiguos Persas pasar cinco días en anarquía después
del fallecimiento de su Rey, a fin de que la experiencia de los asesinatos,
robos y otras desgracias les obligase a ser más fieles a su sucesor. Para serlo
España a V. M. no necesitaba igual ensayo en los seis años de su cautividad,
del número de los Españoles que se complacen al ver restituido a V. M. al trono
de sus mayores, son los que firman esta reverente exposición con el carácter de
representantes de España; mas como en ausencia de V. M. se ha mudado el sistema
que regía al momento de verificarse aquélla, y nos hallamos al frente de la
Nación en un Congreso que decreta lo contrario de lo que sentimos, y de lo que
nuestras Provincias desean, creemos un deber manifestar nuestros votos y
circunstancias que los hacen estériles, con la concisión que permita la complicada
historia de seis años de revolución.”
Madrid, 12 de abril de 1814.
Para un acercamiento
más sistemático y profundo al texto presentado, basaremos nuestro comentario en
el modelo o esquema propuesto por Urbano Martínez Carreras y María Victoria
López- Cordón en su obra “Análisis y
Comentarios de textos históricos”, donde se fundamentan a su vez en la
historiografía francesa y en autores como Brandon, Plessis y Brunet. Este
esquema compuesto por clasificación, análisis, comentario, conclusión y
bibliografía es el que actualmente parece haberse impuesto en el ámbito
académico.
Comenzaremos
pues y siguiendo dicho modelo con la clasificación
del texto.
Nos encontramos
ante una fuente primaria de naturaleza histórico-circunstancial, de carácter
político. Se trata del artículo 1º del conocido como Manifiesto de los Persas, fechado
a 12 de abril de 1814 en Madrid, cuando tras la derrota de las tropas
napoleónicas, las Cortes de Cádiz regulan la vuelta de Fernando VII «el
deseado» al trono de España y su acatamiento de la Constitución de 1812.
Su autoría es
colectiva ya que fue firmado por 69 diputados absolutistas, formados por nobles
y parte del clero, encabezados por Bernardo Mozo de Rosales para mostrar su
apoyo incondicional a Fernando VII y volver a restaurar el Antiguo Régimen,
frente al liberalismo defensor de la Constitución de 1812. Por lo tanto, su
destinatario es Fernando VII a quién se lo entregan en Valencia el 14 de abril
La ideal principal que se esgrime a lo largo del texto es la justificación de la
monarquía absoluta frente a la ideología liberal. Para ello, en primer lugar, los
autores citan una costumbre persa, cuya monarquía autocrática se enfrentaría a
la democracia ateniense y a la monarquía electiva espartana. De esta forma, realizan
una comparación entre los cinco días de anarquía tras la muerte del rey persa
con los “seis años de cautividad” del
rey, que son los que van desde 1808 a 1812 y que fueron seis años de revolución
en el país: Guerra de la Independencia, Constitución de 1812 y su legislación
ordinaria. De este modo, dejan clara su visión del país durante este periodo
donde prima el
desorden y el caos, sin un gobierno fuerte y estable. Asimismo muestran su
entusiasmo al rey por su restitución en el trono de los borbones “trono de sus mayores”, que ellos
consideran la dinastía legítima, frente a los Bonaparte y expresan que lo hacen
como “representantes de España”,
dejando claro que no sólo ellos sino una gran parte de la población deseaba su
vuelta al trono.
Por otro lado, los
autores quieren expresar al rey que tanto ellos como las Provincias (incluyendo,
por tanto, los territorios americanos) no se sienten identificados con la forma
de gobierno actual (“un Congreso que decreta lo
contrario de lo que sentimos”).
Pero, ¿Cómo se llega a esta situación? ¿Por qué un
grupo de diputados pida la vuelta al régimen absolutista?
El rey Carlos IV
accedió al trono español en 1788, e inmediatamente se vio desbordado por la
compleja situación creada por la Revolución Francesa iniciada en 1789. El miedo
a la expansión revolucionaria congeló todas las reformas iniciadas por Carlos
III y apartó del gobierno a los viejos ministros ilustrados como Floridablanca
o Jovellanos.
En 1792, Carlos
IV confió el poder de primer ministro a un joven militar, Manuel Godoy, con el
cual tanto el monarca como la reina María Luisa de Parma habían trabado buena
amistad; esta decisión, demostraba la absoluta desconfianza del monarca en los
círculos nobiliarios de la Corte. Godoy, por su parte, era odiado por la alta
nobleza ya que era de origen plebeyo, por la Iglesia debido a sus intentos reformistas,
por los ilustrados y, sobre todo, por el príncipe heredero, Fernando, que veía
en él un posible competidor a favor de su padre. Manuel Godoy, abordó una serie
de reformas interiores como el intento de desamortización, aunque ahora mismo,
nos interesa de manera especial, su política exterior y las sucesivas alianzas
firmadas con Napoleón.
Estas alianzas,
supusieron el enfrentamiento con Inglaterra y la pérdida de casi toda la flota
española en Trafalgar, así como también la autorización, tas la firma del
Tratado de Fontainebleau, de los ejércitos franceses de atravesar España para
atacar Portugal, aliada de Inglaterra.
El 18 de marzo
de 1808 estalló un motín en Aranjuez, dirigido por la nobleza palaciega y el
clero, el cual concluyó con la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos
IV en su hijo Fernando. La evidencia de una profunda crisis en la monarquía
española llevó a Carlos IV a solicitar ayuda a Napoleón, el cual se reafirmó en
la incapacidad y debilidad de la monarquía española, por lo que llamó a Carlos
IV y Fernando VII para reunirse en Bayona, donde tuvo lugar la abdicación de
ambos en la persona de Napoleón, el cual a su vez nombró a su hermano José, rey
de España.
Con escaso apoyo
y una total incomprensión, José Bonaparte intentó una experiencia reformista
que pretendió acabar con el Antiguo Régimen; cabe destacar el reconocimiento de
la igualdad de los españoles ante la Ley o la abolición de la Inquisición.
El 2 de mayo,
ante las confusas noticias de que Fernando VII había sido secuestrado por
Napoleón, el pueblo de Madrid se alzó de forma espontánea contra la presencia
francesa. Ante la sorpresa de los franceses, un movimiento de resistencia
popular frenó el avance de las tropas imperiales. En las distintas ciudades
españolas surgieron las Juntas de Armamento y Defensa, las cuales se encargaron
de expresar la forma de organización del movimiento insurreccional popular;
pronto se organizaron Juntas a nivel provincial las cuales reclamaron la acción
de las autoridades y forzaron una reunión de una Junta Central que coordinase
la acción contra los franceses. El levantamiento desembocó en una guerra larga
cruenta desde 1808 hasta 1813 aunque en sus inicios, más que una guerra se
trataba de una resistencia.
La invasión
francesa y la quiebra del modelo social, político y económico del Antiguo
Régimen que representaba la monarquía borbónica provocaron dos corrientes
ideológicas en España. Por un lado los afrancesados constituidos por una pequeña
parte de los españoles, y entre los que se hallaban numerosos intelectuales,
los cuales aceptaron al nuevo monarca francés y fueron partícipes de su gobierno.
Sin embargo, el grueso de la población española formó lo que se conoce como el
Frente Patriótico, es decir, todos los que se opusieron a la invasión. Ahora
bien, en este bando vamos a encontrar posiciones muy diferentes como el clero y
la nobleza que buscaba la vuelta al absolutismo con Fernando VII y por otro,
los ilustrados representados por Floridablanca y Jovellanos, los cuales
deseaban que la victoria frente a los franceses permitiese la vuelta de
Fernando VII del que se esperaba que impulsases el inicio de un programa de
reformas.
El 25 de
setiembre la Junta Central Suprema, aprovechando la retirada momentánea de
Madrid de los franceses tras la derrota de Bailén, reconoció a Fernando VII
como el rey legítimo de España y asumió hasta su retorno, su autoridad. Ante el
avance francés, la Junta huyó a Sevilla y de allí, en 1810, a Cádiz la única
ciudad que, ayudada por los ingleses, resistió al asedio francés.
La Junta Central
se mostró incapaz de dirigir la guerra y decidió convocar unas Cortes en las
que los representantes de la nación decidieran sobre su organización y destino.
En 1810 se disolvió la Junta Central. Las Cortes se abrieron en septiembre del
mismo año. Dos años más tarde, el 19 de marzo de 1812 se promulgó nuestra
primera Constitución en la cual hay una declaración de derechos del ciudadano,
se establece la división de poderes y se fija el principio de sufragio
universal. A finales de 1813, Napoleón decidió firmar la paz con España en el
Tratado de Valençay, reconociendo a Fernando VII como monarca legítimo
retirando sus tropas del territorio español.
El documento que
estamos analizando, el Manifiesto de los Persas, va a ser consecuencia directa
de todo este proceso y del regreso de Fernando VII, planteándose el problema de
integrar al monarca en el nuevo modelo político definido por las Cortes de
Cádiz en la Constitución de 1812. Fernando VII había abandonado el país como un
monarca absoluto y debía volver como un monarca constitucional.
Los liberales
tenían sus dudas respecto a la buena voluntad del rey de aceptar la situación e
hicieron todo lo posible para que su vuelta al país se realizara directamente a
Madrid, donde debía jurar la Constitución y comprometerse a respetar el nuevo
marco político.
Frente a los
liberales, los absolutistas, nobleza y clero sabían que la vuelta del monarca
absolutista era su mejor oportunidad para volver al Antiguo Régimen. Se
organizaron rápidamente para mostrarle su apoyo incondicional, el cual se
plasmó, en el Manifiesto de los Persas. Ante este apoyo Fernando VII, aclamado
por los absolutistas como “El Deseado”, traicionó sus promesas y, al llegar a
España, protagonizó un golpe de Estado, al declarar mediante el Real Decreto de
4 de mayo de 1814 “nulos y de ningún valor y efecto” la Constitución y los
decretos de Cádiz, y anunció la vuelta al absolutismo. Establecidos en Madrid,
el rey y sus colaboradores procedieron a restaurar el orden de la cosas
anterior a 1808. Se disuelven las Cortes, se detiene y procesa a los más destacados
liberales y se practicó una represión sin contemplaciones; se suprimen los
diputados, jefes políticos y ayuntamientos constitucionales; se restablece el
sistema de Consejos, la Inquisición y el sistema señorial.
La reacción
absolutista española, resultaba así mucho más estricta que la operada en
cualquier otro sitio de Europa. Carente por completo de cualquier doctrina
renovadora, el viejo régimen se imponía apoyado en fuerzas sociales poderosas,
como la Iglesia, la nobleza y el aparato administrativo y judicial del Antiguo
Régimen.
La revolución
liberal carecía de suficientes apoyos sociales y por ello, aquí, como en toda
Europa Occidental, el Liberalismo hubo de refugiarse en la clandestinidad, en
las sociedades secretas, pasando la conspiración a ser la forma típica de
acción, por lo que muchos liberales marcharon al exilio.
Tal y como
señala el autor Fernández Almagro en su obra “Historia política de la España contemporánea”, el rey Fernando VII
y su gobierno tuvieron que hacer frente, sin embargo a un objetico imposible,
rehacer un país destrozado por la guerra y con todas sus colonias en pie de guerra
por su independencia.
Esta situación
insostenible tocó a su fin el 1 de enero de 1820, cuando el coronel Rafael de
Riego, se sublevó y recorrió Andalucía proclamando la constitución de 1812;
finalmente Fernando VII aceptó convertirse en monarca constitucional, abriendo
así una nueva etapa: el Trienio Liberal desde 1820 a 1823.
Pero la
fragilidad del gobierno, no impidió que la Revolución Liberal de Riego, tuviera
sus consecuencias fuera de España, ya que en Europa había una política
intervencionista para terminar con todos los focos revolucionarios. De este
modo, las potencias de la Santa Alianza, decidieron en el Congreso de Verona,
el 30 de octubre de 1822, intervenir en España, para reponer a Fernando VII en
el uso de su soberanía completa. La acción militar se materializó en los Cien
Mil Hijos de San Luis, los cuales en abril de 1823 invadieron territorio
español. Se inicia de esta forma, un nuevo gobierno absolutista de Fernando VII
conocido como la Década Ominosa que duró hasta 1833.
En 1833,
Fernando VII murió, reafirmando en su testamento a su hija Isabel, de tan solo
tres años, como heredera al trono. Este nuevo período de nuestra Historia, se
va a iniciar con la Primera Guerra Carlista, sin embargo, será el momento en el
que en España se imponga el Liberalismo, dando paso a una monarquía constitucional
y parlamentaria.
Vemos por tanto,
como el documento objetivo de análisis posee un gran valor histórico. Tal y
como afirma M. Artola, en su obra “La
España de Fernando VII”, con el apoyo de estos diputados, el rey Fernando
VII se sitió lo suficientemente fuerte para dar el golpe de Estado y cambiar el
régimen liberal por otro absolutista. En opinión de M.C. Diz Lois en “El
Manifiesto de 1814” el valor
real del Manifiesto de los Persas, según Suarez (Universidad de Navarra), es
que va a suponer una tercera vía; primero hay un despotismo ministerial,
después un liberalismo y, finalmente, en la tercera vía, una monarquía
tradicional típicamente española.
Bibliografía:
– M. ARTOLA
(1999): La España de Fernando VII. Espasa-Calpe. Madrid.
– R. CARR
(1996): España, 1808-1975. Ariel. Barcelona.
– Josep Fontana.
La época del liberalismo. Vol. 6 Historia de España. Ed. Critica. Barcelona.
2007
– www.artehistoria.com